Así quedará el mundo cuando las temperaturas hayan ascendido hasta cuatro grados centígrados
El ambicioso Acuerdo de París establecía un límite claro al calentamiento global: la civilización tal y como la conocemos en la actualidad podría asumir hasta un aumento máximo de las temperaturas de 2 gradoscentígrados. Superar el umbral implicaría adentrarse en un terreno tan desconocido como apocalíptico.
Aquel era un acuerdo tácito pesimista, en tanto que lo verdaderamente ideal sería limitar el aumento de las temperaturas durante lo que resta de siglo a tan sólo 1,5º C, una cifra más ajustada a la acordada (con fracaso) en Copenhague seis años antes. Pero era un relativo buen pacto que implicaba e implica reducir emisiones y velar por nuestro futuro.
Ahora bien, estamos muy lejos de que algo así suceda. Tanto que las actuales previsiones indican que a finales de siglo el planeta, de seguir a este ritmo, se habrá calentado entre cuatro y cinco grados. Una cifra que, como este magnífico gráfico de xkcd muestra, no tiene parangón absolutamente en ningún momento de la historia humana. Sencillamente habremos llegado a un punto de no retorno.
¿Y qué aspecto tendrá nuestro planeta para entonces?
Bienvenidos la vida en el ártico
Los científicos de todo el mundo han tratado de responderse a esta pregunta desde que certificaran que el cambio climático, pese a los obtusos negacionistas, era un hecho. En 2009 la revista New Scientist publicó un estudio-mapa en el que ponían imágenes allí donde sólo había datos. Aunque sus previsiones han demostrado ser demasiado optimistas, el modelo sirvió a Parag Khanna para elaborar este magnífico mapa sobre nuestro futuro.
Lo que la ilustración muestra es un mundo por encima de los cuatro grados centígrados. El mapa está publicado en su libro Connectography, en el que además trata diversas cuestiones sobre el futuro geopolítico de la humanidad que ya comentamos aquí (como la preeminencia de las ciudades del futuro frente a los nodos urbanos o la revolución que supondrán las nuevas tecnologías en la comunicación física del planeta).
Lo primero que salta a la vista mirando el mapa es la inmensa cantidad de zonas naranjas o marrones que pueblan las hoy zonas templadas de la Tierra. Estados Unidos al completo, el sur de Europa y grandes lotes de regiones tradicionalmente benignas, como Argentina, partes de Australia o China pasarán a mejor vida tal y como las conocemos hoy. Se convertirán, en esencia, en desiertos o lugares muy extremos.
Tomemos el ejemplo de México, por ejemplo: el mapa calcula (y hay que recalcar esto: todo son estimaciones, en absoluto certezas científicas) que para cuando hayamos alcanzado los cuatro grados más de la muerte nadie podrá vivir allí. Las sequías o el calor serán demasiado extremos. Sucede algo parecido con todo Estados Unidos, que se convertirá en una suerte de Arizona transcontinental. Y lo mismo con España.
El Amazonas podría desaparecer y su antigua cuenca convertirse en un terreno inhóspito y verdaderamente hostil gracias a una mezcla de sequíasextremas, temperaturas o humedad insoportables y grandes inundacionesque harían de la región inhabitable. En Sudamérica, de hecho, todo quedaría constreñido a la Patagonia.
África y Asia casi al completo pasarían a mejor vida: la primera sería una zona desertificada en su mayor parte, y la segunda intercalaría zonas inundadas e inhabitables como el delta del Ganghes y las montañas del Himalaya, hoy ya inhábiles para la vida humana, y desiertos que se extenderían por todo el corazón continental. Un Gobi en cada esquina, un Sáhara hecho continente. Nuestras peores pesadillas.
Los conflictos de un futuro incierto
¿Entonces no hay esperanza? No exactamente. Lo que Khanna también plantea, con lógica, es que los espacios antaño inhabitables por el frío y el hielo ahora pasarán a ser regiones templadas. Hablamos fundamentalmente del ártico, cuyas cifras de pérdida de hielo cada invierno espantan y cuyo tradicional aislamiento pasará a mejor vida. En el futuro, si querremos disfrutar de temperaturas por debajo de 30º C tendremos que ir allí.
También a zonas muy meridionales (por desgracia, hay casi nula masa continental en las mismas latitudes del hemisferio sur) como Nueva Zelanda y... el oeste de la Antártida, que también está perdiendo hielo a marchas forzadas y a la que los modelos otorgan un reverdecimiento. Y temperaturas lo suficientemente benignas como para formar colonias humanas permanentes allí.
Por supuesto, este proceso alteraría radicalmente nuestra percepción y concepción del mundo, así como el mapa político mundial. Los países poseedores de amplias zonas árticas (Putin dice hola) contarían con una ventaja natural respecto a los demás, que podrían perecer, y muchos de sus habitantes tendrían que buscarse la vida mucho más al norte como refugiados climáticos, a lo que acompañarían las ya reales guerras climáticas.
Una transformación radical de no sólo de nuestra política mundial, sino también del acceso al agua, para entonces muy limitado y escaso en la mayor parte del globo, de nuestras cosechas, de nuestra alimentación y un muy largo etcétera. Algunas zonas hoy desérticas, según algunos modelos, podrían experimentar raras reverderizaciones, como el Sahel o Australia, pero serían extravagancias en un mar de desamparo.
Bajo este modelo cobraría igual importancia la idea de densidad urbana: tendríamos que vivir concentrados en grandes ciudades hiperdensas que, al menos, serían más funcionales y resultarían menos lesivas para el ya por entonces descuajeringado medio ambietne. Noruega, Suecia, Canadá o la Antártida pasarían a ser el centro del mundo, y no páramos yermos donde lo único que crecen son arbustos.
Ok, ¿pero cuánto de real hay en todo esto? Como decimos, son estimaciones, y Khanna se ha basado en unos muy concretos publicados hace años. Hay otros mapas que han tratado de explorar cómo será el mundo si las temperaturas continúan subiendo: este de 2013, por ejemplo, intenta ilustrar de forma individualizada qué sucedería con las temperaturas, las precipitaciones y las estaciones. Es bastante pesimista y anuncia mucho calor.
Scientific American planteó hace tiempo otros mapas, centrándose más en cómo crecerán las temperaturas a nivel regional antes que en sus efectos geopolíticos. Idénticos planteamientos se pueden encontrar aquí y aquí.
Lo original del mapa de Khanna es que trata de dar una suerte de respuesta a la cada día más razonable pregunta: "¿Y qué vamos a hacer cuando todo esto sea un páramo inhabitable?". Su predicción es optimista por un lado: anuncia nuevas tierras a habitar y nos permitiría sobrevivir como especie. Pero pesimista por otro: como la historia ha demostrado, la lucha por los recursos nos llevaría a matarnos competir por ellos.
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